Es fácil predecir el futuro pero es casi imposible ser acertado. No obstante, el diseñador George Nelson lo hizo una y otra vez. En 1945, George Nelson y Henry Wright fueron los autores de Tomorrow’s House (la casa del mañana), una suerte de manual para los constructores vanguardistas. Si bien presenta un registro de cada elemento de una casa, con capítulos que ilustran nuevos conceptos de sala, comedor, cocina y baño, lo que se destaca hoy en día es el enfoque casi irreverente de Nelson. Más que basarse en la forma o la estética, por ejemplo, en el capítulo dedicado al “Sueño”, Nelson escribe: “Tomémonos el tiempo y observemos la habitación, no como un ambiente con mobiliario normal, sino como un área donde se desarrollan una gran variedad de actividades. Las personas leen en sus habitaciones, se visten, ocasionalmente comen, con frecuencia fuman y a veces escriben, pueden escuchar la radio y desde luego, es donde hacen el amor”. El mensaje es claro: la casa del mañana debía centrarse en la realidad de sus habitantes.
Si bien la idea de diseñar para la experiencia humana puede resultar obvia en la actualidad, si tomamos en cuenta el tiempo, el lugar y el contexto social en el que trabajaba Nelson, resultó ser especialmente profética. En Living Spaces de 1953, el arquitecto devenido en diseñador de mobiliario recuerda las reuniones a principios de la década de 1940 con un “grupo de tímidos y jóvenes diseñadores vanguardistas” a quienes les “interesaban mucho los problemas sociales, políticos, económicos y estéticos que debía afrontar un arquitecto”. Hace una observación sobre las salas en las que se realizaban estas reuniones y escribe: “Lo que me interesa en retrospectiva es que estos ambientes, si bien están diseñados para funcionar como habitaciones, fueron establecidos fundamentalmente para funcionar como manifiestos. En la desenfrenada batalla entre el Modernismo y el Conservadurismo… sin estas identificaciones, nadie podría haber dicho de qué lado se encontraba”.
En una era en la que la ideología sirvió como una fuerza impulsora para el avance del diseño, y creando un espacio para los diseñadores en el contexto cultural y corporativo, Nelson parecía receloso ante dichas restricciones. Este escepticismo dominante se vuelve incluso más notable cuando tomamos en cuenta el rol de Nelson, al haber presentado ante la audiencia estadounidense el Modernismo europeo de la Bauhaus y Le Corbusier unas pocas décadas antes en las páginas de la revista Pencil Points. Con una tendencia destacable a contradecir, o incluso a desmentirse a sí mismo, a lo largo de su carrera, Nelson se alejó más y más del diseño como un concepto ideológico o estético hacia una mirada más centrada en el sentido común, basada en las necesidades y orientada hacia la solución. Sin importar lo cascarrabias que pudiera volverse al escribir, queda claro que la meta de Nelson siempre fue buscar mayor empatía, en lo que respecta a espacios, el medio ambiente, la cultura y, en última instancia, las personas. Karen Stein, directora ejecutiva de la Fundación George Nelson, lo resume muy bien: “Era una persona a la que le gustaban las ideas, pero también era una persona a la que le gustaban las cosas y las cosas que funcionaran. Por eso, si un ambiente no estaba diseñado para brindar hospedaje a la vida que alojaba, no era adecuado para su estructura de pensamiento”.
“George Nelson avergonzaba a los escritores de diseño porque era un diseñador en práctica que escribía mejor que cualquiera de nosotros. Y si lo que escribía resaltaba más que algunos de los diseños individuales, no era ilógico, dado que su principal logro en cuanto al diseño era la calidad de sus razonamientos, en un rubro en el que el pensamiento útil es más infrecuente que los productos útiles”.
— Ralph Caplan, 1986 STA Design Journal
“Tenía varias profesiones, periodista, arquitecto, diseñador industrial, director creativo, docente, y muchas de ellas habían sido desempeñadas simultáneamente”, agregó Stein sobre la personalidad multifacética de Nelson. “Estaba escribiendo sobre sucesos que estaban ocurriendo, cambios en la vida moderna, y todo eso también se introdujo en su análisis de mobiliarios”. Esta visión panorámica, junto con su capacidad entusiasta para descifrar problemas y un enfoque creativo para plantear soluciones, es probablemente la razón por la cual tantos diseños de Nelson han pasado la prueba del tiempo. ¿Las casas actuales son menos problemáticas que las de la década de 1940? ¿Los temas que conciernen el almacenamiento, el comedor o el lugar para dormir han cambiado tan significativamente? Todo lo contrario, se han vuelto innecesariamente complicados o desconsideradamente redundantes, y ofrecen un nueva explicación a las soluciones de Nelson centradas en los seres humanos. En el transcurso de las décadas, desde que Nelson empezó a escribir, sus palabras han aportado un sentido de claridad similar, en última instancia revelan un punto de vista sobre el diseño que nunca estará fuera de estilo. ¿Por qué? Tal como nos lo cuenta en Living Spaces: “Lo que hace que el diseño sea tan interesante es que los factores que participan en su creación son tan inconsistente s como maravillosamente humanos”.