Como arquitecto, Neil Logan busca las cualidades inherentes del espacio por el que ha sido contratado para renovar o del sitio por el que ha sido contratado para construir. Una vez que asimila estas cualidades, trabaja para crear algo que se sienta, según sus propias palabras, “en sintonía con lo que lo rodea”. Con Lispenard Sofa Group, su primera colección de mobiliarios para Herman Miller, logra algo similar: una familia de mobiliarios discreta y sutil, diseñada para complementar su entorno.
“Creo que frecuentemente, cuando alguien diseña un sofá nuevo, existe una presión de darle una forma novedosa o algo que lo haga innovador”, dice Logan. “Pero en realidad, un mobiliario como un sofá está mucho menos relacionado con el hecho de ser novedoso y tiene mucho más que ver con la adecuación, la comodidad y la integración con los demás muebles”.
El interés de Logan por el diseño de muebles comenzó como una consecuencia natural de sus proyectos de arquitectura para interiores. Estableció su estudio de arquitectura en la ciudad de Nueva York en 1992, luego de mudarse allí una década antes y de trabajar para personas como Toshiko Mori y Edward Larrabee Barnes. En los días anteriores a Internet, a comienzos de la década de 1990, hasta los arquitectos más conectados comprobaban que sus opciones se veían limitadas por los mercados mobiliarios de Nueva York. Para complementar lo que estaba disponible a nivel comercial, Logan regresaba de sus viajes anuales a Escandinavia con varios muebles comprados para diversos proyectos. También comenzó a diseñar piezas integrales y a la medida.
Si bien el mobiliario diseñado por arquitectos tiene una tendencia a enfatizar el equilibrio y la proporción, Logan crea prototipos a escala de su sillería para garantizar otra cualidad: la comodidad. “Es algo que no puede comprenderse realmente en un dibujo, ni una maqueta”, dice. “Se trata de probar realmente cómo se siente, la inclinación del respaldo y la altura del asiento”.