Nacido en Fukuoka, Japón, Takeuchi se mudó a Nueva Zelanda a los 15 años de edad. Estudió Diseño de productos en la Escuela de Arte de Auckland, donde obtuvo una licenciatura y una beca para ENSCI-Les Ateliers, un prestigioso programa de diseño industrial para graduados en París. Al regresar a Nueva Zelanda, estaba listo para comenzar a trabajar como diseñador industrial, pero pronto se dio cuenta de que las oportunidades eran bastante limitadas.
Con la industria de los teléfonos móviles y la electrónica en auge en Japón, Takeuchi se mudó a Tokio, donde, en 2005 comenzó a trabajar con el influyente diseñador Naoto Fukasawa. Después de siete años en el estudio de Fukasawa, el interés de Takeuchi por dominar el diseño de los muebles lo llevó a Milán. Allí, abrió una oficina para que Fukasawa administrara sus proyectos europeos y norteamericanos.
Takeuchi considera que entre todos los objetos diseñados, el mobiliario tiene el mayor potencial de influir en la concepción que tienen las personas sobre sus vidas. Para él, el rol del diseñador de muebles es el de ajustar nuestra vida a los constantes cambios de la sociedad en la que vivimos. “Se trata de compartir una visión para mejorar nuestro estilo de vida, ya sea algo pequeño o grande, más allá de lo que dictamine el mercado”, afirma. Mientras Takeuchi sigue colaborando con Fukasawa, también abrió su propia oficina de diseño, Takeuchi Srls.
Luego de desempeñar un importante papel en el desarrollo de las Sillas y Mesas Saiba de Fukasawa para Geiger, Takeuchi empezó a trabajar con Geiger en una variedad de proyectos, tanto en alianza con Fukasawa como por su cuenta. Su primer proyecto independiente para Geiger, fue la Sillería Leeway, explora la idea de que una silla debería permitir el movimiento natural del cuerpo para alentar la socialización y colaboración. Para lograrlo, desafió la tipología estándar de un sillón, en la cual los soportes para los descansabrazos con frecuencia corren a través de las patas delanteras e impiden el movimiento lateral. Su solución ofrece un respaldo en voladizo y forma creciente sin dichos soportes, de manera tal que maximiza la libertad de movimiento dentro de una mínima huella de carbono.
Con la idea de que “lo más importante es no perder la esencia de la idea original en el camino”, sabía que podía contar con la destreza artesanal y la tecnología de Geiger para llevar a cabo la sofisticada geometría del respaldo. La silla resultante es orgánica y libre, depurada pero no demasiado seria. Y tiene algo más: se puede colgar del borde de una mesa desde el respaldo cuando no está en uso.